La suerte llego a Cerdanyola, un número cambió por Navidad, la vida de muchas personas. Gentes sencillas, necesitadas y muchas de ellas desesperadas. Algunas estaban a punto de perder su casa, habían perdido el empleo, su dignidad, su esperanza a vivir. Y el espíritu navideño se fijo en esas gentes, en Cerdanyola y en otras ciudades de Catalunya, devolviéndoles algo tan necesario como es la esperanza, la ilusión, una sonrisa.
Nunca un premio fue de tan agrado y compartido que éste, en bares, trabajo, reuniones, donde fuera solo se escuchaba; ha caído donde debía caer, me alegro, estoy contento. Este año a todos nos ha tocado la lotería, porque todos hemos participado de esa alegría, la alegría que da saber que el premio está en las manos que deben estar.
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